El
actual orden alfabético del abecedario latino o romano tiene su origen en el
alfabeto ugarítico, que se utilizaba entre el 1.500 y el 1.300 a.C. en Ugarit, en
la costa mediterránea de la actual Siria. Las tablas de arcilla escritas en ugarítico
son las primeras evidencias del actual orden alfabético. El término alfabeto
proviene del griego y surge de sus dos primeras letras, alfa y beta, derivadas
a su vez de letras fenicias, que significaban buey y casa.
El
comerciante fenicio, Yzy Ababa, viajaba a menudo a Egipto donde mantenía relaciones
comerciales mercadeando con tintes de color púrpura, a la vez que mantenía
relaciones amorosas con una atractiva moza, descendiente de escribas griegos,
que regentaba un puesto de tablillas de arcilla con dedicatorias
personalizadas.
Yzy
y su chica tenían la costumbre de intercambiar epístolas románticas, pero los signos
con que se comunicaban eran demasiado complicados y desordenados, hecho que hacía
que los escribas fueron los únicos que podían montar negocias de dedicatorias y
cobrarlas a alto precio, pero que se transformaba en todo un engorro si querías
redactar cartas de amor con suficiente frecuencia como para que no la pareja no
se enfadara.
Así
pues, cansados de los jeroglíficos egipcios y de la escritura cuneiforme
mesopotámica, buscaron opciones que les facilitara la tarea.
Reunieron
lo mejor y más barato de sus propios alfabetos para crear uno más nuevo y
bonito. Luego, pensaron en un ordenamiento al que llamaron Qwerty, que finalmente
descartaron porque les parecía que estaba bien para esa época, pero que no
tendría futuro. Entonces, pensando en el porvenir, se decantaron por establecer
un orden basado en ir sacando de una bolsa figuras del pesebre, que eso si que
les parecía algo más futurista.